Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

domingo, 5 de octubre de 2025

Efectos

            En mi viaje por Senegal durante el pasado verano pude comprobar que, ciertamente, sus principales ciudades estaban empapeladas con vistosos carteles en los que destacaba el lema “efecto llamada”. Se referían a la oportunidad de viajar a España para beneficiarse del ingreso mínimo vital y animaban a la población senegalesa a poner su vida en juego para alcanzar tan suculenta recompensa.

 

            Si esta información que yo comparto aquí gentilmente a través de una columna miserable en un periódico de provincias apareciese, qué sé yo, en una canal de YouTube o en un post de una red social, estoy seguro de que inmediatamente, sin contrastarse, sería difundida, para fortalecer su oratoria, por hombres y mujeres de buen pensar como Feijóo, Garamendi, Orriols o Nogueras (a otros del más allá ni los cito). Son gentes entendidas que saben lo que dicen. Sobre todo cuando se refieren a trabajo y a emigración. Cuando uno no ha dado un palo al agua y ha disfrutado de una vida acomodada sabe perfectamente de lo que habla, no hay duda.

 

            Pero, volviendo sobre Senegal, curiosamente no encontré allí carteles que sugiriesen el “efecto huida”. Tampoco en España. Unos huyen de la miseria y otros de la cultura del esfuerzo que al parecer solo retribuye debidamente a Carlos Alcaraz. Unos huyen del hambre y otros de jornadas laborales interminables y horas extra no computadas. Unos y otros muestran actitudes, con C, diferentes pero conciliables. Sólo es cuestión de combinar efectos.

 

            Los arriba citados saben también de lo que hablo porque son efectistas, aunque miren para otro lado e inventen una realidad a su medida. Su efectismo, como dice la Academia, consiste en emplear procedimientos o recursos para impresionar fuertemente el ánimo, es decir, falsedad, miedo, recelo, racismo, desprecio y frivolidad. Su problema es que ignoran los efectos secundarios de sus discursos y de sus políticas, por lo general mucho más perniciosos y perdurables que la enfermedad de origen que ellos arrastran y contagian.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 5 octubre 2025

domingo, 28 de septiembre de 2025

Asombro

            Asombro. No de otro modo puede explicarse el tiempo y el mundo en que vivimos. Con asombro y con una buena parte de su familia semántica, esto es, pasmo, desconcierto, estupefacción, estupor, extrañeza, conmoción, confusión, aturdimiento, sobrecogimiento, espanto, perplejidad, absurdo, insólito, inaudito, inexplicable, atónito… La oferta del vocabulario es amplia, suficiente al menos para que cada cual elija el producto de acuerdo con sus personales impresiones, aunque a mi juicio el asombro lo engloba todo sin necesidad de matices, es decir, causar gran extrañeza hasta el punto de dejarnos casi sin respuesta, sin explicación racional, sin escapatoria. Es un tiempo y es un mundo que cabalgan desbocados hacia la alucinación.

 

            Lo asombroso es algo de difícil comprensión y, por tanto, de complicada aceptación. Quizá por eso hubo un tiempo y un mundo más sencillos donde si salías a la calle o veías un programa de televisión o escuchabas un discurso y te asaltaba tal reacción, eso venía a significar que estabas envejeciendo en algún sentido, que te habías quedado varado en otro tiempo y en otro mundo. Así lo afirmó en una lejanísima entrevista el escritor Manuel Vicent y seguramente tenía razón. Entonces. Pero hoy el asombro no es un problema de generaciones, sino cultural, y, en consecuencia, afecta a las personas de un modo mucho más transversal, no importa la edad que se soporte. El asombro nos sitúa fuera de escena, fuera de campo, fuera de foco y no se encuentran herramientas cabales para recolocar la imagen.

 

            O tal vez sí, aunque parezca ingenuo decirlo: el pensamiento, ejercer la dura tarea de pensar, detenerse a pensar. Pensar cansa, pero no mata, como sí lo hace en cambio el asombro. Pensar supone alimentar las neuronas, es decir, ilustrarse, leer, observar, valorar, sopesar, decidir, verbos todos ellos de ardua conjugación, es verdad, pero no hay otra opción. Sobre todo porque después del pensamiento ha de llegar necesariamente la acción. Pero nunca al contrario.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 28 septiembre 2025

domingo, 21 de septiembre de 2025

Anillos

            Leo que la Junta de Castilla y León y las diputaciones provinciales han acordado “crear anillos de seguridad para evitar que el fuego llegue a las casas”. Se trata de realizar una especie de cortafuegos alrededor de las poblaciones para impedir que un incendio forestal, de haberlo, alcance casas y otras instalaciones digamos urbanas. Para ello, la administración autonómica se compromete a financiar la compra de maquinaria pesada: buldócer, retroexcavadora o motoniveladora.

 

            Bien está, aunque podría decirse que ya era hora porque la idea viene de muy atrás, solo que sin maquinaria por el medio. Hace años, fruto de acuerdos en el ámbito del diálogo social entre gobierno autonómico, patronal y sindicatos de clase, en lo que se llamó plan de empleo, se acordó que parte del empleo local que se financiaba para ayuntamientos y diputaciones tuviera como objetivo la realización de esa limpieza perimetral de las poblaciones, desbrozar, como todos decimos ahora cuando nos hemos vuelto listos de repente. Y así fue o así debió ser durante un tiempo, aunque sin máquinas espectaculares al parecer.

 

            ¿Por qué se detuvieron estas tareas? Pues porque cambió el gobierno, entro en él la ultraderecha y decidió incumplir todo tipo de acuerdo con los comunistas de los sindicatos. Y se dejó de contratar al personal. Así de sencillo. Es decir, se maltrató no a los sindicatos en cuestión, sino a los pueblos, como se hizo así mismo con otra parte de la población a la que esos acuerdos atendían: mujeres, migrantes, jóvenes… gentes sanas que requerían algún tipo de apoyo o asesoramiento laboral. Pero era cosa de rojos. El resultado de esas frivolidades lo hemos padecido en este verano con la catástrofe de los incendios, para cuya prevención se vuelve ahora a la casilla de salida con lo de los anillos.

 

            Bueno es conocer todo este trayecto a la hora del intercambio de anillos, esto es, a la hora del voto, que no deja de ser un matrimonio con riesgo de fracaso. Para los cónyuges y para toda la humanidad.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 21 septiembre 2025

domingo, 14 de septiembre de 2025

Suciedad

            Las calles de la ciudad donde vivo lucen suciedad. Sus barrios la lucen. Porque, no obstante, siempre hay una reserva con mayores cuidados para que adorne el fondo de los selfis que se hacen quienes nos visitan. Se argumenta desde la autoridad competente que no llueve y que por tanto no hay una limpieza natural, llevamos meses sin unos buenos chaparrones. Es un argumento pueril, evidentemente. Lo mismo podría decirse, con esa lógica, de los incendios: la culpa fue de que no llovió. Sobran explicaciones.

 

            Pero no, mi argumento es otro. La ciudad donde vivo es un lugar vanguardista. Su mugre enlaza directamente con la grasa que, de un lado, habita en el lenguaje público y con la sordidez que, de otro, se enseñorea de los usos políticos aquí y allá. Y mucho peor aún: de sus consecuencias. Durante un tiempo estuvo de moda lo basura: vuelos basura, televisión basura, hipotecas basura, pensamiento basura… Hoy la basura lo llena todo. Por eso la ciudad donde vivo está sucia. Porque es una ciudad a la moda, al día, a la altura de las circunstancias. Y sus habitantes, que debemos de ser un tanto guarros para qué nos vamos a engañar, somos felices porque estamos de acuerdo con lo que se lleva, con lo que se predica, con lo que se vende. Me refiero sobre todo a los habitantes de las terrazas y centros de esparcimiento y a los titulares de esos negocios. Esos sí que son auténticos enclaves de progreso astroso.

 

            Dicho esto, es verdad que no nos vendría mal que lloviera, a cántaros a ser posible, como entonaba Pablo Guerrero en tiempos un poco más aseados, para limpiar no sólo esta ciudad desaliñada, sino también el lenguaje grosero, las formas zafias y sus mayores excrecencias: la guerra y la liquidación de los pueblos. Que cayeran chuzos de punta sobre algunas cabezas, no nombraré a ninguna, pero ustedes ya saben, sobre algunas mentes obtusas, sobre los violentos. Quizá la lluvia, que siempre tiene algo de terapéutico, nos pudiese liberar de toda esta inmoralidad insoportable.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 14 septiembre 2025

domingo, 7 de septiembre de 2025

Desarraigo

El desarraigo es, seguramente, una cualidad de esta edad histórica. Es lo contrario a las nociones de cercanía, proximidad, ciudadanía, comunidad… Lo opuesto a vecindad. En nuestro tiempo, al contrario de las ideas anteriores, prevalecen todo tipo de movilidad y desapego alimentados a través de la globalidad, de las migraciones, del turismo desquiciado, de la ubicuidad económica, de la fluidez financiera, de la precariedad laboral, de las deslocalizaciones empresariales… Todo es desarraigo. Incluso un partido de la liga de fútbol española se jugará próximamente en Miami.

 

El desarraigo es también consecuencia del destierro de las personas, cuyos motivos son diversos, aunque en general tienen mucho que ver con lo antes dicho. En numerosos casos, la raíz, el arraigo que perdura, es el recuerdo, el paisaje que fue nuestro en el pasado, las casas de quienes nos precedieron, las fiestas estivales a las que regresamos, las historias que nos contaron, la memoria que todavía permanece. Todo eso es emoción y está bien y es vital, pero la distancia impuesta nos aleja del territorio y de la realidad corriente de esos espacios que se han vuelto remotos. Es decir, perdemos algo así como la carta de vecindad, aquel título que se concedía a quienes eran reconocidos como vecinos. Y de ese modo también nos abandonan derechos y deberes, por más que en ciertas épocas, en los veranos pasajeros de la vida, nos creamos en su pleno ejercicio.

 

            Algo así se ha observado en el drama de los fuegos del pasado mes de agosto. Efectivamente, hubo y hay en ellos abandono, vacío, despoblación, envejecimiento, liquidación de formas de vida, aparte de otros asuntos de gestión en los que no entro. Pero no ignoremos el desarraigo. Lo explica bien el saber popular: uno es de donde pace, no de donde nace. De forma que, si restamos lo emocional, muy importante, qué se puede esperar en estos tiempos de una población obligada a ser errante, urbana y muy poco apegada a ningún suelo. Ni al de nacer ni al de pacer.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 7 septiembre 2025

domingo, 31 de agosto de 2025

Voyage

            No hay duda, es salir a la calle, sentir el calor, subir al coche y escuchar la voz de Desireless entonar Voyage, voyage: “viaje más allá de la noche y el día (…) en el increíble espacio del amor…” Así es, ha sido, este tiempo de verano que tiende a consumirse, este año casi de un modo literal, y esparce sus huellas sobre un mapa afectivo que permanece más allá del calendario.

 

No, no fueron destinos elegidos ninguno de esos nombres que parecen de comunión obligatoria, aunque no tengan por qué serlo, no lo fueron ni las aguas de Conil de la Frontera ni los desiertos de Namibia, tampoco el susurro clásico del teatro de Mérida, ni siquiera un festival de música de los que tanto abundan, ni una casa rural ni un parador ni una bodega donde ofrecen catas de vino. Todo lo contrario, Desireless, ella es así, quiso conducir el vehículo, en el increíble espacio del amor, hacia parajes menos selectos, mucho más humildes, seguramente fuera de toda guía turística porque el viaje siempre queda al margen de los espacios trillados, por más que sea difícil escapar de cuanto nos programan. Nos programamos. En ese plan voyage, voyage nos atardeció suavemente en Valderas o nos dio por sentarnos en el jardín de Borrenes antes de que lo rondara el fuego, nos acercamos una mañana al bar de Izagre o paseamos bajo un sol severo sobre las murallas de Urueña, nos acompañó la poesía en un patio de Gordoncillo o tomamos un café en la sombra de un callejón en Ponferrada, nos permitimos el lujo de saborear un fin de semana en Curueña o nos asomamos al concierto de Swing Combo en la Plaza de Santo Martino. Todo eso fue el verano, todo eso fue el voyage.

 

No sé, tal vez con otra música otro hubiera sido el resultado, su elección suele ser decisiva. Al cabo, son las canciones las que nos llevan allá donde acabamos yendo, su estribillo nos conduce y su melodía nos impulsa. Por eso es importante ser selectos con el cancionero y no abandonarse sin más a las músicas de ambiente cuyo rumbo apenas emociona.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 31 agosto 2025

domingo, 24 de agosto de 2025

Frases

            Vivimos de frases hechas, unas con mayor fortuna que otras, con más fundamento, con más pervivencia temporal. El verano, quizá por ser una estación de obligada ligereza, es una época ideal para este tipo de frases que se repiten alegremente o no, depende de lo que hablemos. Por ejemplo: tráfico denso pero fluido (si se trata de viajes por carretera), la mano del hombre (acerca del origen de los fuegos, tan repetida por Mañueco), en agosto frío al rostro (aunque ya no es verdad) o el nacionalismo se cura viajando (evidente gatillazo a estas alturas de la fiebre turística).

 

            A veces, también leemos en verano para encontrar frases con mayor sustancia que nos alimenten más allá de lo simple. Recomiendo Como el aire que respiramos de Antonio Monegal, un ensayo sobre el sentido de la cultura. Ése es precisamente su subtítulo. Observa el autor la “falta de correlación entre conocimiento y moral” al convenir, con el Holocausto como referencia, que la cultura no consiguió superar a la barbarie. Tampoco lo hace en la actualidad ante otros holocaustos, otros genocidios televisados, otros neo-feudalismos. Siguiendo a George Steiner, como hace en parte Monegal, también nosotros podríamos preguntarnos si tiene algún sentido escribir columnas como ésta, si se pueden escribir otras palabras que no sean Gaza, si las herramientas del conocimiento nos salvan en verdad del desastre. Y destaca el propio Monegal que en la actualidad las únicas utopías parecen proceder de la genética, de la tecnología y de la inteligencia artificial. Eso ocurre.

 

            Aún con todo, es verano y conviene detenerse en frases mucho más esperanzadoras que abundan en ese texto. Sin descubrir cuanto de interés habita en las páginas del libro, añadiremos una mención a la importancia de la cultura, ya sea por sus valores elevados, ya sea por su relevancia social: “involucra a todos los ciudadanos, porque es un bien común de primera necesidad, que forma parte indisoluble de la vida de todos, como el aire que respiramos”.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 24 agosto 2025

domingo, 17 de agosto de 2025

Canibalismo

            En materia de nacionalismo y de tradiciones, en esa materia que algunos nombran con énfasis ¡España!, cabe preguntarse hasta dónde es posible remontar la idea de nación y el añadido de su tradición. Con gran frivolidad, por ejemplo, se habla de reyes católicos y de reconquista, como si aquella realidad fuese auténticamente española. Y con idéntica frivolidad se habla de tradición cristiana como si de una eternidad se tratara y no hubiese siglos en el territorio con otros credos.

 

            Si todo es distopía a la inversa, ¿por qué no ir entonces un poco más allá en la búsqueda de señales identitarias para mejor conocernos, mejor distinguirnos y mejor identificar a los contrarios? ¿Por qué no remontarse, por ejemplo, a Atapuerca, 5.500 años atrás, donde duermen los restos de los seres humanos más antiguos de la península ibérica y sus tradiciones? El canibalismo una de ellas. Por lo que dicen los arqueólogos, allí se encuentran restos de seres que fueron descuartizados, desollados, eviscerados, asados o cocidos y comidos con absoluta naturalidad. Una tradición culinaria, como quien come gambas al ajillo. Hasta que se deja de hacerlo, supuestamente porque se impone una cultura de la no brutalidad. ¿Es extraño, pues, que pensamos que así ocurrirá un día con la llamada fiesta nacional y que, en consecuencia, los arqueólogos de siglos futuros piensen en nosotros como los de hoy piensan en quienes practicaban el canibalismo? ¿Es extraño pensar que la exaltación de la sangre en semana santa será un día una reliquia como esos huesos violados por los carniceros?

 

            Se dirá que exagero y diré que es verdad. Pero no es menor exceso que el de todos esos hiperbólicos ultranacionalistas a los que soportamos estoicamente y que, además, pretenden gobernarnos. Manipular la historia a conveniencia, canibalizarla en suma, es un mecanismo de poder o una estrategia para conquistarlo. Eso es lo que hay detrás del odio a otras tribus, detrás de lo tradicional a ultranza y detrás de ciertas banderas.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 17 agosto 2025

domingo, 10 de agosto de 2025

Señores

A veces veo señores, muchos señores, demasiados señores. Me ocurre con algunas imágenes que ilustran ciertas noticias, pero también con las noticias en sí. Pondré algunos ejemplos con los que compartir mi inquietud por si alguien tuviera a bien explicarme el porqué de todo este señorío y su sentido. Tengo mis tesis al respecto, pero siempre está bien ser discreto y contrastarlas.

 

Observo las dos ruedas de prensa en las que se ha presentado el Día de León en la Feria de Muestras de Gijón: en León 7 señores y en Astorga sólo 4. Repaso la mesa redonda Claves del futuro, celebrada en Ponferrada, que se dedica en esta ocasión a la transición energética, industria y redes: 8 señores. Leo que en la Diputación Provincial de León dos alcaldes sustituyen a dos alcaldesas en virtud de un acuerdo interno del Partido Socialista, de tal manera que el cómputo total de diputados provinciales pasa a ser de 20 señores frente a 5 mujeres. Pocos, muy pocos, espacios institucionales escapan de esta tendencia varonil, tanto da cámaras de comercio, entes feriales, ayuntamientos, consejerías y delegaciones territoriales, diputaciones… Hay una especie de enseñoramiento general en todas ellas. Y eso se ve y se transmite en los medios y crea opinión y expresa dominio.

 

Es verdad que tampoco el mundo está para equilibrios. Pensemos que sólo von der Leyen y Meloni, ejemplos de vasallaje y sometimiento, comparten mesa y mantel con el catálogo de super-señores feudales, belicistas y machotes que maltratan el planeta y a quienes lo habitamos en cualquiera de sus dimensiones. Pensemos que no deja de ser un modelo medieval recreado, cuyo contenido ideológico se encarna, como debe de ser, en la figura de los señores y en cuanto ello significa. Pensemos que lo de León es anecdótico en relación con lo anterior, pero suficiente para reflejar idéntico mensaje en lo doméstico. Pensemos, en fin, que la reacción, cuando no directamente la caverna, es muy poderosa y que lo abarca casi todo. Pensemos y actuemos.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 10 agosto 2025

domingo, 3 de agosto de 2025

Lenguas

            No se trata de que el Espíritu Santo nos conceda la facultad milagrosa del don de lenguas para conseguir hablar múltiples idiomas. Nos conformaríamos con hablar bien, con no someternos a ese disparate de lenguaje público, oral o escrito, que arruina la comunicación. Nos conformaríamos con superar ese límite de entre 1.000 y 1.500 palabras que solemos usar los hispanohablantes, sólo un 5% de las que presumiblemente conocemos. Nos conformaríamos con hablar o al menos comprender alguna lengua más que la materna. Nos conformaríamos con respetar y valorar el conjunto de lenguas que se hablan en España e incluso otras no propias.

 

            Esa actitud ante el uso de las lenguas, lamentablemente poco común, se podría fomentar de forma bien sencilla. Bastaría, por ejemplo, con que en la escuela se incluyeran unas mínimas nociones acerca de las otras lenguas de España, lo que permitiría familiarizarse con ellas desde edad temprana, combatir lugares comunes sobre su uso e incorporar a nuestra cultura términos básicos en esos registros, como el saludo, por ejemplo, los diez primeros números o alguna canción. Si, a continuación, los gobiernos acordaran que las diferentes cadenas televisivas autonómicas fuesen de acceso universal y abierto en todo el territorio, se mostraría un pasillo de conocimiento mucho más amplio, aunque sólo fuera para satisfacer un mínimo de curiosidad. Y, por último, si en todas las escuelas oficiales de idiomas se ofertase poco a poco la posibilidad de estudiar gallego, catalán o euskera, mucho cambiaría el paisaje general.

 

            En fin, la Filología hace mucho daño, como puede observarse. Incluso, llegados a una edad, produce delirios como los aquí comentados. Ello no impide reconocer que las lenguas están vivas y esa vida produce por lo general evoluciones hacia nuevas realidades lingüísticas. Si lo pensamos detenidamente, reconoceremos sin gran esfuerzo que al fin y al cabo en el conjunto de esta península y mucho más allá no hablamos otra cosa que un latín vulgar.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 3 agosto 2025